2003: LA NUEVA CASA DE LA UD ABRE SUS PUERTAS
TRES TESTIMONIOS: RICARDO RÍOS
Presidente de la UD Las Palmas en el primer partido oficial del equipo en el Gran Canaria, en septiembre de 2003 frente al CD Leganés, Ricardo Ríos también tiene su historia en la vida del estadio.
“Tuve el honor de presidir el último encuentro oficial que se disputó en el Insular, con la visita del Elche a la UD, y también recayó sobre mí la responsabilidad de estar en el palco como presidente del club en el encuentro inaugural de la campaña 2003-2004, frente al Leganés, y que supuso el estreno de carácter oficial tras el amistoso frente al Anderlecht. Me considero una persona de gran sensibilidad con la UD y, al igual que lo primero que pensé al acceder al cargo es que cumplía una de las ilusiones que nunca pudo disfrutar Juan Guedes, mi gran ídolo y que en vida expresó su deseo por dirigir algún día el club, haber dejado el Insular fue algo que nunca entendí. Era partidario de una reforma en el estadio de toda la vida y así lo expresé en numerosas ocasiones cuando se me preguntó al respecto. Pero, al llegar al cargo, me encontré con el traslado ya cerrado. Y fui siempre consciente, pese a mi disconformidad, de que era una responsabilidad pilotar esa mudanza a la que, ya para el futuro, iba a ser nuestra nueva casa”, recuerda con evidente satisfacción.
Ríos tuvo que lidiar con los entresijos de unos meses previos a esa fecha que, como admite, no fueron nada fáciles por las circunstancias de la época: “Había que estar instalados en septiembre de 2003 en el Gran Canaria sí o sí, pese al retraso evidente en las obras y las condiciones logísticas que necesitábamos. Fue un verano de locura en lo relacionado con el traslado de material y los permisos correspondientes que necesitábamos, con la homologación de la Liga y la licencia municipal de apertura que debía darnos el ayuntamiento. Encima, nosotros acabábamos de entrar en la entidad y debíamos gestionar una situación de especial carestía. Lo del estadio se añadió a la montaña de asuntos que teníamos que resolver casi en el día a día, con el tiempo apremiando. Había que actuar casi sin pensarlo porque el calendario era el que era. Pero, curiosamente, jamás dudé de que lo conseguiríamos. No ganábamos nada con ponernos en lo peor y, además, soy de naturaleza optimista. Fue un proceso en el que el Consejo de Administración que encabezaba se responsabilizó al máximo. Éramos conscientes de que la viabilidad de la entidad pasaba por poder maximizar los recursos de una instalación en la que, quisiéramos o no, íbamos a estar en adelante y sin posibilidad de retorno”.
“Vivimos un día especial por todo lo que significaba entrar en una nueva era. Percibí en la afición, también, lo que provoca la novedad. Todo era desconocido, con sus partes buenas y malas. Con el tiempo uno aprende a valorar y contextualizar el significado de aquella fecha y del cargo que le tocó ocupar, siempre con vocación de servicio, muy implicado en el bien de la institución y todo lo que representaba para Gran Canaria y el fútbol nacional. Tanto yo como el equipo de trabajo que integré lo dimos todo en esa dirección”, afirma.