2003: LA NUEVA CASA DE LA UD ABRE SUS PUERTAS
TRES TESTIMONIOS: LUIS GONZÁLEZ
Luis González únicamente estuvo una temporada en la presidencia de la UD (2002-03), un periodo breve pero en el que le tocó pilotar el histórico traslado de la UD al Gran Canaria, dejando atrás 54 años de vida en el Insular. Y sus recuerdos y vivencias son de obligada consulta a la hora de dimensionar todo lo que significó para el club ese tránsito desconocido.
“Antes del amistoso inaugural hubo un trabajo muy intenso entre el Cabildo de Gran Canaria, la Real Federación Española de Fútbol y la UD Las Palmas para intentar tenerlo todo a punto y efectuar nuestro traslado con las garantías necesarias. Hubo estrés según se acercaba la fecha, hay que admitirlo. El partido en sí fue algo sin precedentes en la ciudad. Un enorme atasco con la gente deseando llegar al estadio, miles y miles de espectadores... Es imposible olvidarlo y, por lo que a mí me afecta, constituyó un orgullo enorme estar aquel día en el palco en la condición de presidente de la UD Las Palmas, acompañado por mi consejo de administración y rodeado de autoridades”, asegura.
Claro que antes, durante el proceso, debió sortear obstáculos e impedimentos de todo tipo: “El tránsito para llegar al Gran Canaria no fue fácil. Los nostálgicos abogaban por seguir en el Insular, otra corriente de opinión entendía que había que dar ese paso a la modernidad. Yo trabajé más con la cabeza que con el corazón. Realmente, las posibilidades que ofrecía el Gran Canaria eran inalcanzables para el Insular. Accesibilidad, entorno vanguardista, comercialización, seguridad, la opción de acoger todo tipo de eventos, algo que se valoraba especialmente en el Cabildo... Todos los equipos de la Liga de Fútbol Profesional que tenían instalaciones en el centro de las ciudades y sin posibilidad de expansión han ido tomando el mismo camino como se ha podido ver en los últimos años”.
“Nosotros integrábamos un consejo de administración un tanto especial, pues fuimos designados para pilotar una suerte de proceso de transición para modernizar la estructura del club y permitir un funcionamiento diferente al de los últimos años. Nos tocó a nosotros la firma del convenio con el Cabildo de Gran Canaria para el traslado del Insular al nuevo estadio. Incluso parte de los accionistas del club nos pidieron que fuésemos más exigentes en nuestras demandas al respecto. El convenio lo firmo yo y, en ese momento, entendí que el Cabildo, tradicionalmente, siempre ha sido muy generoso con la UD y no consideraba justo querer añadir como un aguinaldo a lo que ya nos ofrecían”, añade.
Esa experiencia primigenia, al conocer el recinto, queda grabada para siempre: “La primera vez que entré en el estadio, cinco o seis meses antes de su inauguración, dudé que se pudiese abrir en esa temporada en curso por la cantidad ingente de trabajos que quedaba por ejecutar. Aunque también debo admitir que siempre confié en la fuerza del Cabildo, que cuando se empeña en cumplir un objetivo, en culminar un proyecto, siempre lo logra. Se pusieron todos los medios para ello. Hasta un mes antes persistía cierta incertidumbre... Pero veías que llegaban los tornos, las butacas... Todo casi en el último suspiro, pero a tiempo, que era lo importante”.
“Las exigencias de la federación para abrir el estadio, al no ser un encuentro oficial, no fueron tan grandes. Inmediatamente después del amistoso frente al Anderlecht, quisimos seguir lo que quedaba de campaña en el Gran Canaria. En ese momento, no se pudieron salvar cuestiones burocráticas. Lo de cambiar de estadio en mitad de temporada no lo vieron y eso nos causó disgusto, pues queríamos dejar todo preparado para la campaña siguiente. No fue posible. Todas las instituciones estaban de acuerdo en que el traslado era necesario, definitivo e inevitable. En ese sentido, estar allí en aquel momento supuso un satisfacción especial y que me quedará para toda la vida”, apostilla.